Después de casi 30 años, uno de los episodios más criticados de nuestro pasado reciente vuelve a cobrar repercusión. Se trata de la muerte de Salvador Puig Antich, el último ajusticiado por el franquismo. Manuel Huerga, realizador de Antártida (tarjeta de presentación de Ariadna Gil y Carlos Fuentes) veía la adaptación al cine de esta crónica negra y sucia como una deuda saldada con la historia y toda una generación que en los últimos minutos de un régimen abocado a su desaparición luchó con todas sus fuerzas contra las injusticias.
Daniel Brühl es el rostro del joven catalán. Está acompañado por actores como Leonardo Sbaraglia, Ingrid Rubio y Tristán Ulloa, con quien hemos hablado. Por cierto, opina sobre la película en esta crítica.
Daniel Brühl (Good bye, Lenin!, Los edukadores) da vida a tan carismático joven, símbolo del fin de una era, un personaje rico en matices y pliegues interpretativos descritos en un guión que presenta dos vidas de una misma persona: el catalán anarquista e idealista miembro del Movimiento Ibérico de Liberación y el joven que era en su intimidad, familiar y cariñoso. Lluís Alcarazo firma el libreto, basado en la novela Cuenta atrás, de Francesc Escribano, y ambientado con temas compuestos por Lluís Llach.
En un tiempo en el que las luchas son más personales e, incluso, egocéntricas, es conveniente poner de relieve aquella injusticia que provocó reacciones contrarias en todo el mundo: desde el Papa hasta el, por aquel entonces, ministro sueco Olof Palme se opusieron a la condena impuesta, ejecución con garrote vil en 1974, pidiendo clemencia al agonizante dictador ante la acusación de asesinato a un agente de la policía política durante un tiroteo, hecho que jamás pudo demostrarse durante el juicio.
Calificado por su director como un retrato del entorno familiar de un idealista pero, ante todo, ser humano, Salvador pretende quedar en la memoria como el perfil audiovisual de un personaje real, un hombre maduro, sereno y atractivo que no sólo se desgañito dejándose la vida en su lucha contra el franquismo sino también en perseguir ideales 'que se han visto eclipsados por una transición a la democracia incompleta y chapucera'.
El actor hispano-alemán Daniel Brühl, que hace con ésta su primera incursión en nuestro cine, ve en este joven a un héroe, una especie de mártir, por ser un hombre fuerte que demuestra su valentía durante su encarcelamiento, horas antes de lo que Tristán Ulloa, que interpreta a su abogado defensor, considera como asesinato en toda regla. El protagonista de cintas como Lucía y el sexo o la recién estrenada Maroa muestra su satisfacción ante una película que debe ayudar a que no se duerman las conciencias.
Más de 40 actores, en catalán, castellano y francés, participan en este ambicioso proyecto que ya es una realidad, rodándose en Barcelona, Valencia y Francia y con reparto de lujo: Leonardo Sbaraglia da vida al carcelero que compartió con Puig Antich sus últimas horas de vida y Leonor Watling e Ingrid Rubio interpretan a las mujeres de las que se enamoró. Todos están muy implicados con la historia, un alegato contundente contra la pena de muerte.
Texto escrito por Daniel Galindo.
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